dijous, 12 de març del 2009

Subvenciones al cine (y ii)

HOY EL MINISTERIO DE Cultura ha certificado la hecatombe definitiva, al menos hasta dentro de un año -sí, irá a peor-, del cine español. Lo ha hecho detallando los resultados de nuestras películas patrias, todavía más castizas que la España que describe Xavier B. Fernández en su blog. Según el Gobierno, el año pasado se perdieron espectadores (1,4 millones) y se cerraron cines (39 menos). Pero nuestros creadores pacen tranquilamente en los valles del erario público. Pacen y pacerán.

Las subvenciones al cine son injustas y partidistas. Como todas, pero estas más. Del total de la recaudación de cines en España (en torno a 650 millones de euros, según datos a noviembre de 2008), un 15% corresponde a películas españolas y el resto a extranjeras, mayoritariamente de EEUU. Este 15% no se ha alterado significativamente en los últimos 10 años. En el 2008, de las 10 películas más taquilleras, 8 procedían de EEUU y 2 de Gran Bretaña.

Esta situación no es ni mala ni buena en sí misma, simplemente indica que el cine español no es muy competitivo. Ya ocurre en otros sectores. Por ejemplo: ¿Qué porcentaje del software que usamos en nuestros ordenadores se produce en España? O, ¿qué porcentaje de la ropa que usamos?

Más datos. “Camino”, la película española que más premios Goya ha recibido (6 en concreto), ha recaudado (hasta noviembre 2008), 1,15 millones de euros y ocupa el número 11 de las españolas. Por comparación, el metraje español que más ha recaudado, “Crímenes de Oxford”, ingresó 8,2 millones y recibió sólo 2 Goyas. La película más taquillera en el 2008, “Indiana Jones”, recaudó 21 millones. Se puede deducir que los criterios de la Academia Española del cine no coinciden con los de los espectadores.

En el año 2007 el cine español recibió 85 millones de euros de subvenciones del Estado (según el Ministerio de Hacienda, apartado presupuestario 1.6-335C, año 2007). Hasta el 2004 las subvenciones rondaban los 45 millones por año, pero a partir del 2005 subieron en un solo año de 47 a 78 millones.

Semejante aumento indica que el Gobierno de Zapatero quiere favorecer especialmente a la industria del cine, o al menos a una parte: la que representan los productores. De momento nadie se ha acordado, por ejemplo, de los exhibicionistas. A pesar del incremento de subvenciones, el cine español no ha aumentado su cuota de mercado, que sigue en el 15%. Nuestras películas recaudaron unos pingües 77 millones en taquilla. Es decir, por cada euro de ventas, un euro de subvención. No está mal. Es como si a los fabricantes de coches les dieran una subvención directa de 20.000 euros por cada coche vendido, a 20.000 euros.

¿Hay alguna razón para esto? ¿Pasa algo si la industria del cine español desaparece? Otras industrias perecieron por falta de competitividad y aquí seguimos. Entiendo que se den subvenciones puntuales a ciertos sectores para evitar un colapso ante un problema coyuntural. Pero una subvención continuada para mantener una industria que el público no demanda, me parece que no tiene sentido. Y menos cuando su crisis, que no la económica, es endémica y permanente.

6 comentaris:

Xavier B. fernández ha dit...

'Camino' ha sido largamente recompensada en los Goya, pero poco bendecida por la taquilla. Es fácil rebatir a los que miden la calidad de las películas por la taquilla que hacen en su estreno, basta con recordarles lo sonados que fueron los fracasos comerciales del estreno de las películas Ciudadano Kane, Blade Runner, Il Casanova de Fellini, La Puerta del cielo de Cimino o Corazonada, de Coppola. Pero, dejando de lado que su explotación a lo largo del tiempo ha compensado con creces ese tropezón primerizo, a ver quién tiene huevos para cuestionar su categoría de obras maestras del cine y vacas sagradas del patrimonio cultural de la humanidad, sobre todo en el caso de las dos primeras. Viene a cuento aquí recordar que Van Gogh sólo vendió un cuadro en vida, y por poco dinero, y Gauguin ninguno. O que a Kafka, en vida, le leían su madre y su amigo Max Brod, y para de contar. Confieso que soy un ferviente admirador de Camino: creo que, más allá de su (escasa) comercialidad, ha conseguido un logro artístico que trascenderá su época. Ya veremos quién se acuerda dentro de diez años de Indiana Jones y la calavera de cristal.
Ya lo he dicho en alguna otra ocasión: es un error valorar una película, o cualquier otro bien cultural, como un producto de mercado más, porque los bienes culturales no se comportan ni tienen el mismo valor que los productos convencionales, y las industrias de producción de bienes culturales, por una larga series de razones, son una anomalía dentro de la lógica capitalista.
La anomalía se debe en parte a que su rentabilidad no puede medirse en términos exclusivamente monetarios, sino también de rendimiento social. Las industrias culturales comparten esa característica con otras industrias que, precisamente por ese motivo, los estados se cuidan de tener bajo control (en mayor o menor medida, dependiendo de lo socialdemócratas que sean sus administradores, pero siempre algo): la seguridad pública, la energía, las comunicaciones, la alimentación, la sanidad y la financiación.
En el caso de la cultura, no sólo el cine está subvencionado, y no sólo en España: también están subvencionados, en algunos casos con mayores cifras, los toros, la ópera (más minoritaria, más cara y menos rentable que el cine), los liceos musicales, la danza y los museos (que al actuar como agentes en el mercado del arte financian indirectamente a los artistas plásticos). Por decirlo de manera brutal y algo demagógica, si no tuviéramos subvención no tendríamos Mozart: todo sería Chenoa y Ricky Martín.
Por otra parte, la falta de rentabilidad del cine español es muy relativa. Es la cinematografía europea que conserva más cuota de pantalla en su país, después de Francia, y es la de mayor proyección internacional: los españoles no verán mucho cine español, pero Almodóvar, Amenábar, Alex de la Iglesia, Julio Medem y hasta Ventura Pons gozan de un gran prestigio internacional, que se traduce en una gran aportación del cine español a la imagen de país de España, con lo que eso conlleva de beneficios en los negocios internacionales.
En resumen, que proponer el dinero y su primo, el beneficio económico inmediato, como medida única de todas las cosas sólo lo hacen los idiotas y los devotos de Milton Friedman, que viene a ser lo mismo.

Xavier B. fernández ha dit...

Por cierto, el blog linkado no corresponde a Xavier Borrás, sino a Xavier B. Fernández. Que son dos autores diferentes.

Ismael García Villarejo ha dit...

Que Friedman haya publicado varios ensayos para que todo el mundo pueda entender lo que es el liberalismo no significa que quienes le sigan sean tontos.

Ni siquiera quienes leen sus obras, puesto que haciéndolo reconocen que no comprenden ideas de esa magnitud y que sus textos pueden ayudarles a entenderlos y eso es esperanzador, como mínimo.

Estoy seguro que ellos no tacharían de estúpidos a aquellos que defienden el proteccionismo, aunque solo sea para unos pocos, claro.

Disculpa el error de cita,... ¡ya está editado!

Xavier B. fernández ha dit...

Reconozco que al hablar de Milton Friedman tiendo a ponerme atrabiliario, y pido perdón por ello. Sus artículos (los que he leído) siempre me han parecido demasiado argumentados sobre razones de fe (su mayor argumento es: todo lo suponga libre mercado es bueno en sí mismo, todo lo que huela a socialismo o a Keynes es malo por naturaleza). De hecho, la única idea que he visto desarrollada en ellos y me ha parecido interesante es la del Impuesto Negativo Sobre la Renta y ni siquiera es originalmente suya, sino de un político británico llamado Juliet Rhys-Williams.
Claro que un desacuerdo ideológico no debería justificar una antipatía personal. Pero es que cuando pienso en Friedman pienso inevitablemente en el refrendo personal que dio públicamente (cual bendición papal Urbi et Orbi) a las sangrientas dictaduras militares en Chile y Argentina, y a la no menos sangrienta dictadura gerontocrática del Partido Comunista Chino. Y a cómo las políticas económicas diseñadas en estos países por sus cachorros de la Escuela de Chicago, siguiendo sus postulados, concentró la riqueza nacional en unas pocas manos, elevó la inflación a la estratosfera y arrojó a enormes capas de la población (los que no habían muerto en la represión política) a la sima de la pobreza. Y recuerdo asimismo su artículo, publicado en el Wall Street Journal congratulándose de la oportunidad ¡la oportunidad! Que el desastre del Katrina en Nueva Orleans proporcionaba para... cargarse la escuela pública.
La bendición de tres de las más represivas y sangrientas dictaduras políticas que se han visto desde el fin de la II Guerra Mundial y el alegrarse por una tragedia humana de inmensas proporciones, sólo porque beneficia la implantación a trágala perro de sus postulados, me parece obsceno como mínimo. Es justificar miles de muertes, torturas y sufrimientos por el bien de la causa. En mi opinión, ninguna causa hace que eso valga la pena. Y por todo eso, lo siento, no debería, pero no puedo evitar ponerme borde al hablar de ese enano cabrón de Milton Friedman. Prometo que intentaré corregirme en el futuro.

Ismael García Villarejo ha dit...

Lo del Katrina mejor se lo pasamos por alto -lo anterior no-, ya tenía una edad y por cuestiones que nunca he entendido la incontinencia verbal se agrava a medida que envejeces, o creces, según se mire. Supongo que después de varios posts podríamos convenir que La Escuela de Chicago no es de lo mejorcito de la ciudad del viento, pero en general la secuaces de cualquier premio Nobel de economía tienden a echar por tierra el prestigio de cualquier ciudad en la que decidan tomar copichuelas y debatir sobre como arreglar el mundo.

Xavier B. fernández ha dit...

Vale, el lamentable artículo sobre el Katrina se puede achacar a que ya estaba gagá... pero personalmente sigo prefiriendo a Keynes, su bestia negra y la de sus discípulos. Al menos los de Keynes nunca han pretendido arreglar el mundo, sino corregir los efectos indeseables de la economía de mercado. O sea, del mundo tal como es.

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