DIJO AYER ZAPATERO EN el Congreso: “aumentaremos las prestaciones sea cual sea el número de parados” y se quedó tan fresco. Eso quiere decir que la única prestación real que contempla el Gobierno es la del paro. En cuanto a las famosas prestaciones, de prestado son, porque la Ley obliga a ofrecerlas, pero, ojo, siempre que se pueda pagarlas. Si tenemos seis o siete u ocho millones de parados al final de la legislatura y siguen los empleados en el paro huyendo gente de la Seguridad Social y camino de la economía sumergida, no sé quién va a pagar ni el seguro de paro de los que de verdad no trabajen o de los que chapuceen en la penuria laboral.
Hay algo patológico en la acomodación de Zapatero al paro, seguramente nacida del poco temor a la oposición, cuyo líder, tal vez por sentir el paro más cerca, estuvo ayer mejor que de costumbre. Para empezar, estuvo. Y casi todo lo que dijo estaba bien, pero lamento constatar que a veces lo que no sonaba a editorial de El Mundo copiaba, literalmente, lo que se dice habitualmente en la COPE. A Rajoy, para estar bien, le habría bastado con rescatar de la memoria un buen catálogo de frases redondas de Zapatero que han sido clamorosamente desmentidas por la realidad.
A pesar de todo, Zapatero no cayó en la tentación de aprovechar el desvanecimiento político del PP para deslegitimar las propuestas de Rajoy, que las hizo, sobre la crisis económica (sólo una vaga alusión al mal humor de Rajoy). Hubiera sido una mezquindad. Pero, insisto, no lo hizo. Y tal vez sea lo más reseñable, o lo único, en el haber del presidente del Gobierno después de escucharle durante el debate parlamentario de ayer. Lo demás es un nuevo pase de la misma película. Tanto en las posiciones del Gobierno, marcadas por el voluntarismo y el camuflaje semántico, como en las del resto de los grupos políticos –excepto el socialista, claro-, coincidentes en denunciar la desorientación oficial, la falta de liderazgo y el recurso a los paños calientes.
Y es que todas las medidas que contó Zapatero ayer sonaron a más paños calientes y no a medidas capaces de modificar la tendencia de una situación cada vez más negra en términos de crecimiento, paro, déficit público, caída de la inversión, caída del consumo, etc. Y respecto a las medidas ya conocidas a lo largo de sucesivas entregas, Zapatero se recreó en las 32.000 obras públicas presupuestadas a escala municipal con cargo a un fondo de 8.000 millones de pesetas. Una palanca para la creación de 300.000 empleos directos e indirectos, según cálculos oficiales.
Si nos alistamos en la causa de la confianza y el optimismo incurable del presidente, reiteradamente invocados en el debate de ayer, deberíamos saludar la creación de esos 300.000 puestos de trabajo. Pero como, de momento, solo existen en el imaginario del Gobierno, habrá que anotarlos en la falta de resultados de la que hablaba ayer Rajoy respecto a las medidas que el Gobierno ha ido adoptando para superar la crisis. Incluidas las referidas a inyectar liquidez en el sistema financiero (avales y compra de activos tóxicos con dinero público), sobre las que Zapatero insiste en pedir tiempo y paciencia antes de ver sus efectos.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada