El resto es una subcontrata encargada a ciertos pregoneros, también vecinos y residentes en la capital de España, mucho más motivados por las relaciones de poder que por el noble oficio de informar y formar. En sintonía con la presidenta madrileña, o la presidenta madrileña con ellos, estos predicadores del alba están haciendo al PSOE el impagable trabajo de inocular en la Opinión Pública la idea de un PP inhabilitado como alternativa mientras el liderazgo lo siga ostentando quien no se somete al poder de esos agitadores de la derecha sin complejos.
Mariano Rajoy no está ni partido ni “doblao”, como diría Maleni, sino resuelto a impedir que el PP quede en manos de quienes se pasan el día diciéndole lo que tiene que hacer. Preocupado, claro que sí, por los desperfectos que se están causando en la imagen del PP, pero con la calma necesaria para reafirmarse en la voluntad de seguir al frente del partido sin descalificar a nadie aunque otros, u otras, le descalifiquen a él. Y respetando el derecho a la libertad de expresión, aunque se utilice para insultarle.
Lo último ha sido tacharle de “embustero” y “traidor”. Es el tono del hostigamiento al que está siendo sometido, especialmente después de estallar el caso del espionaje y el tráfico de dossieres en el entorno de Esperanza Aguirre, donde no se perdona a Rajoy la celeridad con la que ordenó la apertura de una investigación interna en vez de cerrar filas sin más averiguaciones. Pero en realidad el caso ha sido un pretexto más para redoblar la operación de acoso y derribo que, ahora con referencia a las próximas elecciones autonómicas (gallegas y vascas), está llevando a cabo esta singular sindicación político-mediática localizada en Madrid.
Rajoy no se enfrenta a la discrepancia sino a un intento de aniquilación política en toda regla. No se trata de criticar su gestión, algo perfectamente legítimo, sino de romperle las piernas. Y eso es radicalmente antidemocrático. Un insulto a los representantes que le eligieron por amplia mayoría en el último congreso nacional del PP. Y una falta de respeto a los diez millones de ciudadanos (más que en el 2004 a la sombra de Aznar) que le votaron en las últimas elecciones generales ¿Diez millones de tontos?
Torquemada tiene muy poco futuro. Entiéndase como concepto, como método, no como caracterización de tal o cual persona. Frente a esos métodos, Rajoy está decidido a ejercer la prudencia sin dar cuartos al pregonero. Y a tomar decisiones, pero sin precipitarse, con visión de conjunto y control de tiempos. Es lo que le corresponde como un líder del partido que se encuentra fuerte, con ganas, sabiendo lo que tiene que hacer, sabiendo lo que no puede ni debe hacer. Eso dice, como aviso para navegantes.
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