EL NÚMERO DOS DEL PSOE, José “pepiño” Blanco, habla de vendaval de corrupción en el PP, y el número uno del PP, Mariano Rajoy, habla de vendaval de ineficacia en el Gobierno. El recurso a la meteorología no cura el estupor de la Opinión Pública. Ni la meteorología ni los botes de humo. No hay camuflaje verbal que le sirva al ciudadano agobiado por la crisis para suavizar la creciente e insoportable sensación de que unos y otros, a derecha e izquierda, le toman el pelo. Sobre todo si es tiempo de urnas y el aire se contamina de electoralismo.
Así no hay forma de abrir debates políticos serios sobre la errática gestión oficial de la crisis económica. Al final nos dedicamos a discutir el coste de los cristales ahumados del presidente de la Xunta de Galicia, a contar los metros de carteles destinados al copyright del "Gobierno de España" en las obras municipales o a calcular el umbral de la paciencia de Rodríguez Zapatero frente a los banqueros.
Si se trata de corrupción, lo fácil es disparar contra el mensajero. El ya excluido de la lista electoral del PP de Orense, Luis Carrera, hablaba ayer del "mal nacido que lo ha filtrado", pero ni media palabra sobre el comportamiento de un político que acepta un pago irregular de 240.000 euros a través de un paraíso fiscal. Esperanza Aguirre atribuye la crisis de los espías en Madrid a un montaje de Ruiz-Gallardón y Juan Luis Cebrián. Y la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, reduce la trama destapada por el juez Garzón (cinco detenidos, por corruptelas relacionadas con ayuntamientos del PP) a "la utilización de la Fiscalía y el ministerio del Interior" por el PSOE para orquestar una campaña de acoso al PP.
La corrupción entra de nuevo en el debate político. Un clásico en el largo historial de escándalos de la España democrática. De un lado y otro. No os empeñeis en comparar el dossier PSOE con el dossier PP. Consuelo de necios. Si uno es más voluminoso que otro, sólo es cuestión de tiempo. Eso va cosido a la condición humana, no a unas determinadas siglas políticas. Por desgracia para todos nosotros, ya andamos sobrados de pruebas para abochornar a cualquiera que, a estas alturas, quiera recurrir al "y tú, más" en materia de conductas irregulares orientadas a quedarse con dinero de los ciudadanos.
Si le ocurrió a Jesucristo, cómo no le va a ocurrir a Rajoy. O a Zapatero. Es la doctrina Fraga, expuesta este fin de semana en la radio. La figura del traidor, a fuer de corrupto, que debe ser apartado del proyecto colectivo. Véase la fulminante reacción de Núñez Feijóo, el candidato gallego del PP, contra quien iba a ir de número uno por Orense, Luis Carrera. La imagen de quien decreta la expulsión, por el bien del proyecto, nunca se resentirá, sino todo lo contrario.
Es la doctrina Rajoy: quien no tiene nada que ocultar, nada tiene que temer de la transparencia. No parece que cale en su partido. La transparencia como voluntad indagatoria para depurar responsabilidades, si las hubiere, y apartar del proyecto colectivo a quienes lo desprestigian con sus comportamientos irregulares, inmorales o delictivos ¿No sería mejor para todos?
Si lo del Watergate madrileño es un montaje en el vacío, y si la trama descubierta por los agentes de la UDEF (Unidad contra la Delincuencia Económica y Financiera) en Boadilla del Monte y otros ayuntamientos del PP compromete sólo a "cuatro chorizos que nada tienen que ver con el PP", como dice González Pons, el partido de Rajoy debería ser el primer interesado en agotar todas las vías indagatorias, las judiciales y las políticas ¿A qué viene esa desapacible reacción de Dolores de Cospedal contra el PSOE? "El partido del Gal y de Filesa", vale, pero se trata de saber si el PP o sus cargos municipales están implicados en las corruptelas que estamos conociendo estos días a través de los medios de comunicación. Las filtre quien las filtre.
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