divendres, 31 de juliol del 2009

Menos que humano

EL VIL ASESINATO DE LOS dos jóvenes guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salva en Palmanova (Mallorca), con el que ETA celebra hoy su siniestro medio siglo de existencia, trae tanto dolor como ignominia arroja sobre los autores y quienes les apoyan o justifican. Por crecidos que puedan sentirse hoy los terroristas tras haber cometido dos atentados brutales en poco más de 24 horas, deben ser conscientes de que forman parte de la historia de un gran fracaso. Sangriento, pero fracaso. Después de 50 años de extorsión, secuestros, tiros en la nuca y coches bomba no han conseguido ninguno de sus objetivos. Y han de saber que aunque estuvieran otros 50 años empuñando las armas su resultado sería el mismo.

Si alguna vez la banda pudo aprovechar la debilidad de un gobierno para negociar, ese tiempo ha pasado ya. La experiencia ha demostrado que el diálogo con los terroristas está condenado al fracaso y funciona además como un bumerán contra quien lo intenta. Como un bumerán fue también la delictiva guerra sucia del GAL.

Los atentados de esta semana no pueden hacer olvidar que la banda está muy tocada. Es cierto que el ataque de ayer tiene un gran simbolismo. Primero, porque se produce en Mallorca, una de las zonas con más medidas de seguridad en estos momentos puesto que la Familia Real se dispone a pasar allí sus vacaciones. Y también porque la insularidad entraña una dificultad añadida para los terroristas. Éstas y otras circunstancias, como que el año pasado hicieran seguimientos a otro guardia en la isla, abonan la idea de que la banda dispone de una estructura de apoyo con la probable colaboración de independentistas radicales.

Es cierto también que, al producirse el atentado en un destino al que acuden personas de todo el mundo, su repercusión internacional pueda llegar a ser un mazazo para el turismo. Pero ETA inició su declive irreversible con la primera desarticulación de su cúpula en Bidart (Francia), en 1992. Ha sido descabezada ya en numerosas ocasiones desde entonces y la detención y encarcelación de sus terroristas es cada vez más rápida. Además, la ilegalización de Batasuna y de las formaciones que han tratado de suplantarla dejará a los criminales sin representación en las instituciones.

ETA está condenada porque es un anacronismo, como lo prueba que su repugnante presencia en la vida española coincida, en gran parte, con el periodo de mayores cotas de libertad y prosperidad de nuestro país.

Con una banda acorralada por la labor impagable de las Fuerzas de Seguridad y por la eficaz colaboración internacional, ahora debe avanzarse en la concienciación de la sociedad vasca, a lo que puede contribuir sobremanera el compromiso del nuevo Gobierno de Patxi López. No hay que dejar espacios a los violentos, por eso creo que son necesarios autos como el de ayer de la Audiencia Nacional prohibiendo actos de apoyo a presos de ETA en dos localidades guizpuzcoanas.

ETA ha asesinado a 823 personas, contando a los dos guardias de Palmanova, y ha destrozado a miles de familias. Ha matado a niños y a mujeres, a militares y a agentes del orden, a jueces y a políticos, a periodistas y a profesores, a empresarios, a taxistas, a comerciantes, a camareros... Su atentado más sonado sigue siendo el de Carrero Blanco, presidente del Gobierno con Franco. Pero es imposible entresacar de entre tanta barbarie un listado de atrocidades. La bomba de Hipercor, el cobarde asesinato de Miguel Ángel Blanco, el atentado contra el matrimonio Jiménez-Becerril, el que sufrió Irene Villa camino del colegio, el secuestro de casi dos años de Ortega Lara... son páginas terribles, como tantas otras, que han quedado grabadas en la memoria colectiva. Y es que la maldad es algo menos que humano.

Aunque se han dado pasos para el reconocimiento de las víctimas, siguen todavía hoy sin tener la presencia y visibilidad que merecen. Creo que ha llegado el momento de que el Gobierno se tome en serio esa deuda. Todos sus nombres, del primero al último, deberían ser recordados en un gran monumento para que nadie olvide su sacrificio y nadie traicione su memoria. Un país debe saber honrar a sus muertos. Ayer teníamos 821 razones para combatir sin tregua a ETA y hoy tenemos 823.

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