SI ALGUIEN QUIERE VER a un político haciendo el ridículo debe invitarle, en plena campaña, a una fiesta popular. Sus agendas místicamente tienen hueco para todo y son pocos los que salvan la tentación de lucir palmito, aprovechando lo barato que cuesta dejarse ver delante de multitudes a 15 días de unos comicios, ni que sean las elecciones al Parlamento Europeo, que no se las creen ni ellos, desgraciadamente.
Este fin de semana, el escenario del circo político en Cataluña ha sido el 'Aplec del cargol', fiesta que se celebra en Lérida y que consistente en comer caracoles y beber cerveza y vino durante tres días seguidos. Si no fuera por los caracoles me recordaría a Alemania. Y si no fuera por Cataluña.
Una de las visitas más ilustres a la caracolada fue la del presidente de la Generalitat, José Montilla. No tuvo ningún reparo en ponerse un babero, que no le favorecía, y remover con un enorme cucharón los caracoles de una gran cazuela. Alegoría de su manera de hacer política, porque es en los fogones parlamentarios donde tiene su punto fuerte.
Pero sólo ahí. Los componentes de la caseta de 'La salseta', donde Montilla intentaba hacer de cocinero, aseguran que "más bien tiene poca gracia cocinando". Y es que hay que ir con cuidado en las fiestas populares, porque entre el bullicio y copas de más, la gente es más espontánea. Tanto que los peñistas reclamaron al Presidente catalán sus subvenciones con una canción 'popular'. Montilla, al escuchar el improvisado coro, forzó una sonrisa y actuó como si incluso le hiciera gracia. Eso sí, después de remover los caracoles en la cazuela, se fue del aplec sin comerse ninguno.
Como una campaña electoral obliga a todos a estar al pie de la cazuela, Montilla no fue el único que se dejó ver entre tanto caracol. Por el aplec pasaron todos los políticos habidos y por haber, aunque si no fuera por la rúa de periodistas y seguridad que les acompañaban nadie repararía en ellos. De hecho, la mayoría de los comensales miraban con indiferencia ese desfile electoral.
Allí, pues, hicieron acto de presencia el presidente de ERC, Joan Puigcercós, que se paseó entre las casetas tan rodeado de los suyos y de los medios de comunicación que casi no se podía apreciar su dominio de las celebraciones populares. Muchísimo más perdido iba el 'líder' -hasta que Benach no diga lo contrario- de Ciudadanos, Albert Rivera, que no logró captar la atención ni de los leridanos ni de los medios de comunicación, para variar. Junto a ambos, los respectivos cabeza de lista, Oriol Junqueras y Miguel Durán, que asistió el sábado. Este último, entre caracol y caracol, reivindicó los Estados Unidos de Europa y justificó sus cuantiosas meteduras de pata en tan sólo dos días de campaña diciendo que "no soy un político profesional". Algo extraño para todo un ex presidente de Telecinco.
En su salsa, y no en la de los caracoles, Josep Antoni Duran Lleida, portavoz de CiU en el Congreso, y Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP catalán. La popular, que llegó acompañada de Santiago Fisas, se puso también el babero, como Montilla. Los comentarios fueron unánimes: le sentaba bastante mejor que al Presidente. Y también se la vio más suelta entre los fogones, mezclando los caracoles con mucha más gracia. Quizá sea otra alegoría de lo que puede pasar en las elecciones. Pero, de lo que no hay duda es de que el PP ha ganado, en la cocina, a los socialistas. Con permiso de Duran, claro.
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