
De todas maneras, desde Semana Santa las cosas ya habían empezado a ir mal, o peor. Se alcanzó otro récord (mundial) con cuatro millones de parados; habíamos recuperado otro gran capítulo del culebrón Camps/el Bigotes y El País nos recordaba, dos veces, que, en lo de los trajes, el PP no "arropaba" al valenciano. Para colmo, como Rajoy no es presidente, la gripe porcina puede convertirse en un problema (aunque ¿alguien sabe qué fue de la gripe aviar, la de los pollos?). Los españoles del Imperio tardaron muchísimo más en intercambiar enfermedades con los indios mejicanos. Ahora bastan unas horas de periplo aéreo.
Como si a los aereodependientes no nos bastara con Ryan Air que, aparte de otras excitantes perrerías, ha perfeccionado el método de molestia permanente del pasajero (con ofertas y rifas variadas) y ha patentado unos simpáticos billetes de pago que dan derecho a la 'pole' en la carrera para encontrar asiento en sus autobuses, digo, aviones. Ahora y auxiliada por sus fans más entusiastas, que tienen relaciones con ella por Internet, ha diseñado nuevos sistemas de negociación con los bajos instintos.
Así, por ejemplo, estudia cobrar por visitar el lavabo y ha concitado el odio de las asociaciones de gordos al apuntarse a la introducción de una tarifa especial para desanimar a esas variedades de la especie que ostentan demasiada cintura o posaderas excesivas y a quienes no se puede exterminar. Pero los gordos también inventan: acusan a los irlandeses de 'gordofobia' y llaman, sin éxito, al boicot.
¿Tendrá éxito Ryan Air en sus pretensiones?, ¿inventarán una vacuna contra la gripe?, ¿seguirán subiendo las acciones de las farmacéuticas?, ¿bajarán las de la empresa irlandesa? Definitivamente, quedan cosas por descubrir. Pero eso será la semana que viene.
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