
A Basagoiti (PP) le interesa pregonar la complicidad de los socialistas con el PNV. Y a Ibarretxe (PNV) le interesa pregonar la complicidad españolista del PSOE con el PP. Entre ambos le hacen el trabajo a Patxi López (PSE), que disputa al PNV la condición de primera fuerza a base de pregonar “la unidad de todos los vascos, nacionalistas y no nacionalistas, de izquierdas y de derechas, creyentes y no creyentes, para un nuevo tiempo caracterizado por el fin de ETA y de los debates identitarios”, según declaró hace unos días en Madrid, pero sin aventurar sus intenciones en materia de alianzas.
Se trata de ganar unas elecciones prometiendo normalidad democrática. Es la penosa clave política que nos ayuda a descifrar la situación del País Vasco en los treinta años de reinado nacionalista. Porque ya es triste tener que pregonar obviedades, como el valor del diálogo o el derecho a no sufrir desprecio o persecución por defender pacíficamente unas ideas. En todo caso, se va reforzando la hipótesis del fin del largo reinado nacionalista y el advenimiento de un Gobierno vasco comprometido con la Constitución Española. Sólo hace falta que la suma de escaños obtenidos por los dos partidos defensores de la Constitución, PSOE y PP, sea de al menos 38 diputados, equivalente a la mayoría absoluta de la Cámara.
En Galicia las espadas están en alto, según todas las encuestas. Tanto el aspirante por la derecha, PP, como los titulares por la izquierda, la alianza PSG-BNG, vuelven a estar al borde de la mayoría absoluta (también 38, como en el País Vasco). Se repite la situación previa a las autonómicas de hace cuatro años, cuando la situación se resolvió por un solo escaño. Eso quiere decir que el Gobierno de Pérez Touriño no ha rentabilizado las palancas del poder para distanciarse del PP, que sigue siendo la fuerza claramente hegemónica en la región.
Pero ambos saben cómo funciona el clientelismo gubernamental en esta tierra. Sobre todo en las zonas rurales, que está recorriendo Rajoy (un eslabón en la memoria de estas gentes), aunque es en las zonas urbanas donde Núñez Feijóo ha de emplearse a fondo para capitalizar al máximo las grandes concentraciones de votos y las franjas sociales menos sensibles a la seducción del poder.
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