PRIMERA APROXIMACIÓN A LA banda sonora electoral de las campañas abiertas en Galicia y el País Vasco. Sólo descriptiva. Tiempo habrá de entrar en materia. De momento, tanteos sobre las intenciones de las principales fuerzas políticas en liza. Las nacionales: PSOE y PP. Y las nacionalistas: PNV en el País Vasco, BNG en Galicia. Sólo una de las nacionales, PSOE, juega a la “transversalidad” (alguna forma de entendimiento con el nacionalismo) en función de la matemática que surja de las urnas en la noche del 1 de marzo. Cantada en el caso de Galicia, que repetiría la coalición gubernamental de estos cuatro últimos años. Incierta en el caso del País Vasco. Por eso es el leit motiv de la campaña.
Es la pregunta del millón: ¿Vamos hacia un Gobierno vasco de restauración constitucional PSOE-PP o hacia un Gobierno de coalición “transversal” entre el PSE y el PNV, a imagen y semejanza del actual Ejecutivo gallego PSG-BNG? Sin la matemática de la noche electoral delante es una pregunta en el vacío, pero muy motivadora en lo mediático y en lo político. Hasta el punto de que las apuestas, todas interesadas, claro, se han convertido en elemento estratégico clave en el discurso de los distintos competidores.
A Basagoiti (PP) le interesa pregonar la complicidad de los socialistas con el PNV. Y a Ibarretxe (PNV) le interesa pregonar la complicidad españolista del PSOE con el PP. Entre ambos le hacen el trabajo a Patxi López (PSE), que disputa al PNV la condición de primera fuerza a base de pregonar “la unidad de todos los vascos, nacionalistas y no nacionalistas, de izquierdas y de derechas, creyentes y no creyentes, para un nuevo tiempo caracterizado por el fin de ETA y de los debates identitarios”, según declaró hace unos días en Madrid, pero sin aventurar sus intenciones en materia de alianzas.
Se trata de ganar unas elecciones prometiendo normalidad democrática. Es la penosa clave política que nos ayuda a descifrar la situación del País Vasco en los treinta años de reinado nacionalista. Porque ya es triste tener que pregonar obviedades, como el valor del diálogo o el derecho a no sufrir desprecio o persecución por defender pacíficamente unas ideas. En todo caso, se va reforzando la hipótesis del fin del largo reinado nacionalista y el advenimiento de un Gobierno vasco comprometido con la Constitución Española. Sólo hace falta que la suma de escaños obtenidos por los dos partidos defensores de la Constitución, PSOE y PP, sea de al menos 38 diputados, equivalente a la mayoría absoluta de la Cámara.
En Galicia las espadas están en alto, según todas las encuestas. Tanto el aspirante por la derecha, PP, como los titulares por la izquierda, la alianza PSG-BNG, vuelven a estar al borde de la mayoría absoluta (también 38, como en el País Vasco). Se repite la situación previa a las autonómicas de hace cuatro años, cuando la situación se resolvió por un solo escaño. Eso quiere decir que el Gobierno de Pérez Touriño no ha rentabilizado las palancas del poder para distanciarse del PP, que sigue siendo la fuerza claramente hegemónica en la región.
Pero ambos saben cómo funciona el clientelismo gubernamental en esta tierra. Sobre todo en las zonas rurales, que está recorriendo Rajoy (un eslabón en la memoria de estas gentes), aunque es en las zonas urbanas donde Núñez Feijóo ha de emplearse a fondo para capitalizar al máximo las grandes concentraciones de votos y las franjas sociales menos sensibles a la seducción del poder.
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