
Las dificultades por las que atraviesan las empresas del grupo Marsans no son excepcionales en esta época. Muchos empresarios están pasando por lo mismo, salvando las distancias. Y no hay ningún indicio de que el presidente de Marsans haya cometido ninguna acción delictiva ni inmoral. Para mi, sigue siendo un hombre de negocios respetable.
Hechas estas consideraciones, me parece, sin embargo, que Gerardo Díaz Ferrán debería dejar la presidencia de la CEOE, cargo en el que fue ratificado de nuevo ayer. Y ello por dos razones esenciales. La primera es que Díaz Ferrán necesita focalizar todo su tiempo y su energía en salvar su grupo empresarial. Difícilmente puede estar en condiciones de dirigir la CEOE con las muchas preocupaciones que tiene en la cabeza. La segunda es que su situación plantea un conflicto entre sus intereses empresariales y la eventual necesidad de solicitar ayudas del Estado o incluso pactar con los sindicatos. Ante esa posible situación, es mejor que Díaz Ferrán deje de ser el presidente de la patronal.
El Gobierno ha anunciado hace algunas semanas que quiere impulsar una reforma del marco laboral. Díaz Ferrán no es el hombre para representar a los empresarios en esta compleja y delicada negociación. Si pacta con el Gobierno y los sindicatos, no faltará quien piense que se ha vendido a cambio de ayudas. Haga lo que haga, siempre será malinterpretado por esa mezcla de intereses que confluyen en su persona.
Hay situaciones en las que resulta muy difícil estar a uno y otro lado de la barrera. Díaz Ferrán obtuvo ese crédito de 26 millones de Caja Madrid siendo consejero de la entidad financiera. Ahora, Miguel Blesa le acusa de haber engañado a la entidad y le amenaza con llevarle a los tribunales, algo que haría daño a la imagen de CEOE.
Lo mejor que puede hacer Díaz Ferrán es dejar el cargo en otras manos, tanto para actuar con más libertad a la hora de salvar sus empresas como para no implicar a la patronal en sus problemas. El propietario de Marsans afirmó el lunes que quiere seguir al frente de la patronal porque su situación le permite "entender mejor los problemas de otros empresario". Ello es cierto, pero la dramática situación en la que está sumido le va a impedir disponer de la autoridad y la independencia que necesita el ejercicio de su cargo. Por su bien y el de la institución, debe dimitir como presidente de CEOE.
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