MARIANO RAJOY CONSIGUIÓ EL triunfo político que deseaba y el éxito personal que dicen merecía. El zapaterismo quedó herido de muerte, a expensas de lo que decida un grupo de presión (cómo acertadamente, aunque por error, definió Bono a Prisa) sobre los trámites sucesorios, es decir, funerarios. También pueden archivar su frenesí hereditario los próximos y los lejanos, incluso los antagónicos. Hay Rajoy para rato, con minúscula.
La única incógnita por despejar en los próximos años es si Mariano Rajoy logrará sobrevivir al marianismo. Todos los ingredientes para crear un régimen de poder personalista se le han venido a la mano de golpe, y siendo un político acostumbrado a jugar con el marcador en contra, de pronto ha ganado por goleada. Nadie puede decidir por él porque a esta situación ha llegado prácticamente solo. Ha esperado bajo la cama. Pero de su capacidad para resistir el éxito como hasta ahora ha vencido a la adversidad dependerán muchas cosas en el futuro de España, y de Catalunya.
Zapatero sucumbió a la tentación del zapaterismo y a la izquierda española le va a costar bastantes años recuperarse. Si Rajoy no controla el marianismo seguirá el mismo camino que los líderes liberales considerados fuentes ideológicas del futuro presidente: Cánovas, Maura, Suárez y Aznar. Ya sabemos que hay otra derecha y otra España y hasta un caudillo que, desafortunadamente, marcó su época e hipotecó las siguientes.
El canovismo y el maurismo fueron corrientes de hiperliderazgo político que tropezaron con un momento y unas instituciones poco propicias a los planes de futuro de ambos. Suárez, era, como él mismo se definió “un chusquero de la política”, un actor simpatiquísimo que se creyó dramaturgo pero que se quedó sin público en cuanto se puso a improvisar. Aznar, en fin… Azores. Rajoy ha llegado más allá de lo que sus amigos le concedían y sus enemigos le negaban. Él ha sabido trazar su camino hacia la Moncloa. Pero como a Zapatero, le ha llegado el momento de medirse con su fantasma.
Aznar vuelve a fiarse de él, y en esto no sigue la tradición según la cual el kan se fía menos de los hombres buenos que de los malos. Rajoy parece un hombre moderado, hasta el extremo de que le gusta la tortilla sin cebolla, llegó a bombero sin haber empezado de pirómano, ya prendieron los fuegos por él. Sin embargo, empezó de registrador de la propiedad, el oficio más conservador del mundo; así que los ricos pueden volver a dormir tan tranquilos como cuando dejaban a Boyer o a Solchaga al cuidado de la caja.
Que descansen plácidamente, porque el número uno del nuevo Gobierno, el líder del marianismo, prefiere una sociedad calvinista a una sociedad rentista. Y también le rondan ciertas sombras. Por ahora, entre la Moncloa y el Congreso, sólo decide Aznar.
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