diumenge, 27 de novembre del 2011

Las lágrimas de Terribas

DECÍA ARTUR MAS, EN plena campaña electoral, que Catalunya es la Alemania española. En opinión del nuevo héroe estelado, ambos pueblos se sacrifican para pagar los guateques del despilfarrador sur. Así, el líder convergente subió a los Altos del Golán de la simpatía cavernera, Katalanisch, sagen, natürlich, y Duran i Lleida arrasaba en las elecciones con 16 diputados que sólo servirán para excitar a algún que otro patriota trasnochado.

Aún nos queda mucho para alcanzar siquiera al tobillo germano. Pero alguna similitud, efectivamente, hay. El último líder convergente conocido que habla alemán es Jordi Pujol, amigo de Helmut Kohl, pegado a la ortodoxia liberal y padre ideológico de Angela Merkel, la misma que va a arrasar con Europa, según dicen. Kohl reunificó Alemania a hachazo limpio y la canciller no levantará el pie de nuestro cuello mientras siga financiándose gratis a costa de los manirrotos del sur, o sea nosotros.

La manera en que Kohl dirigió la unificación tuvo costes sociales, económicos y políticos muy altos. Aumentó el paro, la desigualdad y la xenofobia en el país. Y este es el camino que hemos emprendido envueltos en la estelada fiscal, producto que Mas vende a la caverna para echar balones fuera y cubrir la incompetencia (personal y competencial) que abunda en la Generalitat para dar brío a una economía que va camino de la recesión, a pesar del optimismo natural del catedrático Josep Oliver.

Así que tras apulañar por la espalda al tejido productivo catalán y de destruir cualquier hilo de emprenduría --o sea, de creación de empleo--, Mas se dispone a reducir a escombros el estado del bienestar como única alternativa al despilfarro ecorepublicanosocialista compinchado con unos lobbies catalanistas instalados en el más astroso fraude intelectual y en la absoluta desvergüenza trincona. Hasta derogarían la ley antitaurina para que Masnostijeras diera la vuelta al ruedo si la estampa no fuera tan españolista: sie wissen.

En Catalunya ya hace tiempo que decidimos que invirtiriamos sólo en identidad. Y eso es caro. Así que nunca seremos como los alemanes. Kohl destinó recursos a sus vecinos para que a su vez éstos fueran, lo siguen siendo, quienes sostengan las ventas de unas empresas que tuvieron que salir pitando de un país azotado por el nuevo paradigma económico que trajo la caída del muro. Mas debería buscar resortes de poder fuera de Catalunya. Extremadura, luego, debería ser una oportunidad y no una amenaza. Es lo que hizo Felipe González, Pujol y hasta José María Aznar al heredar un país derruído.

Zapatero, que negó la crisis en la que chapoteábamos hace cuatro años, tampoco movió un pie en este sentido. Así que Mas se asemeja mucho al presidente ruinoso, más de lo que pensamos. Ambos serán recordados por aplicar los mayores recortes sociales de la Democracia. Nada más.

Pero todo empequeñece al lado del nuevo problema nacional catalán. Hay quién no se imagina Catalunya sin TV3. Yo sí. La imagino sin una televisión provinciana que dimite de su función de servicio público al renunciar al cara a cara como si los catalanes fuéramos franceses, al emitir la presentación del nuevo sarao del Barça mientras ETA se diluye, y al empezar sus informativos contando que en Premià de Mar también llueve (en otoño) mientras la deuda se encarama hasta rendimientos superiores en 3,6 veces a los que paga nuestra admirada Alemania.

Sin embargo, no caen en el subsuelo estelado que Mas, cepillándose el futbol español de la tele catalana, nos ha hecho un favor. Hoy nos parecemos más a los alemanes que ayer. Sus canales públicos tampoco emiten futbol. Es un producto de la televisión de pago, como la Fórmula 1 y el cine comercial, ese que tanto nos empeñamos en doblar. La crisis tiene estas cosas: destruye empleo y recorta orgasmos catódicos.

Quizá las lágrimas de Mònica Terribas en el Parlament sean el revulsivo que el nacionalismo catalán precisa para entender que también ha perdido la contrarreloj contra la economía y que debe sacrificarse por el bienestar general. Aunque me temo que en la caverna siempre continuarán envueltos en la Senyera, que todo lo cura, vigilando eso sí con desteñir la cuarta barra. Aunque ya se sabe que hay manchas postcoitales que no molestan ni que las propicie la tele de Roures, y menos si son por la patria.

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