FRANÇOIS MITTERRAND ERA VIRTUOSO, imaginaos la habilidad que hay que tener para flirtear impunemente con la extrema derecha mientras presides el partido socialista francés; o para disolver el Parlamento el segundo día de mandato y luego ganar la Cámara por mayoría absoluta. Algo se le pegaría de Charles de Gaulle y es que, aunque la presidencia francesa es una de las mayores evidencias sobre la degeneración de las especies, Mitterrand logró formar parte aún de la saga de grandes dirigentes galos, a pesar de sus aventuras.
Huelga decir que fue también el último gran socialista francés. Tras él, Lionel Jospin o la zapateril Ségolène Royal. El acabose. En su lucidez, Mitterrand se atrevió a esclarecer lo que es el socialismo. Y dio con una definición de consenso, válida at eternum. Décadas de debates resueltos de un plumazo: “Socialismo es todo aquello que hacemos los socialistas”. Si yo fuera Zapatero recordaría esta cita cada dos días. A ver quién me iba a negar que retrasar la jubilación es socialista. La definición sui generis no tiene ninguna debilidad. Hubiera bastado con gritar “¡soy socialista!” antes de instaurar el cheque bebé. Automáticamente la medida sería considerada como lo más 'progre' jamás visto en décadas. Lo mismo cuándo la tienes que retirar porque no puedes pagarla.
Y como los socialistas europeos en general, y los nuestros en particular, son especialistas en auto entregarse carnés, también deciden quién es demócrata y quién no. O lo que es peor, quieren persuadirnos de lo que es o no democrático. Mira que lo intentan cada día, pero no les sale. Ni Zapatero, ni Bono, ni Chacón, ni Corbacho, ni Montilla y ni mucho menos Iceta, aunque sea el aventajado de la clase con el permiso de Rubalcaba, tienen la virtuosidad 'mitterrantil' para convencernos de nada. Pero ahí andan con la matraca cada vez que les pones un micrófono delante.
Este sábado se obligaron a hacernos creer que lo de las primarias en Barcelona ha sido un proceso resultante de la inquietud democrática interna del PSC, que nada tiene que ver con el despeñadero electoral sufrido y esperado. Miquel Iceta soltó con alevosía que el del socialistes es un partido distinto a “otros que eligen sus candidatos entre cuatro paredes”.
Parafraseando a Mitterrand podría haber dicho: “Democrático es todo aquello que hacemos (ahora) los socialistas” y asunto resuelto. Ya proclamó Josep Cuní que más de uno decretaría amnesia colectiva cada mañana. Todo llegará, pero de momento nos acordamos de que el PSC en Barcelona sólo ha celebrado dos primarias en 30 años. Toda una tradición que ni ellos mismos se creen. En el camino del espectáculo circense por el que se proclamó a Jordi Hereu alcaldable se quedaron unos 10.000 electores. Votaron algo más de 4.000, con lo que no es descabellado pensar, aunque Xavier Trias me llame a la prudencia vía Twitter, que CiU está más cerca de la Alcaldía de Barcelona y por lo tanto de la Diputación.
La alta abstención que ha marcado la victoria de Jordi Hereu sobre Montserrat Tura desgarra la candidatura socialista. El mensaje que ha llegado a la ciudadanía no es el que pretende Iceta. Los barceloneses se han dado cuenta de que al PSC ahora mismo le preocupa mucho más resituarse tras las derrotas sufridas y dar por asumidas las que llegaran que en gestionar la cosa pública. Y así les va. Jean-Paul Marat, otro ilustre de la izquierda francesa, dijo que “no existe el fracaso, salvo cuando dejamos de esforzarnos” y es evidente que los líderes socialistas catalanes han dejado de aplicarse.
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