CONFIESO QUE INICIO ESTAS líneas con un cierto temor. Tras unas semanas desde mi último post, la actualidad, a grandes líneas, está en la muerte de Michael Jackson, en el cruel empecinamiento del régimen iraní, en Garoña, en el mitin de Rajoy en Valencia, en el fin de la carrera de Saiz al frente del CNI y en la suerte más que incierta de Bárcenas, aún hoy tesorero del PP. Es un listado muy somero, pero sirve para apañarnos. Pero visto lo visto, hay que asumir, y cuesta hacerlo, el vértigo de lo efímero.
Nada ni nadie está en este mundo para quedarse, pero en estos últimos diez días la noticia de verdad, de fondo, es lo efímero. Si os acordáis, murió Vicente Ferrer, un hombre que ha demostrado que con trabajo y esfuerzo el mundo puede ser mejor de lo que es. Su muerte conmocionó y echó a la calle a cientos de miles de personas que habían encontrado en él el milagro hecho persona.
Apenas había comenzado su velatorio, a miles de kilómetros de distancia y en medio de la opulencia que Ferrer nunca conoció, los asesinos de ETA estallan el cuerpo de Eduardo Puelles. Y Eduardo sustituyó en los periódicos y en la conmoción a Vicente y, lo que son las cosas, desde hace una semana, Michael Jackson ha sustituido a Vicente, a Eduardo y apenas ha dejado una rendija para el fallecimiento de esa bellísima mujer que fue Farrah Fawcett.
Ojalá no ocurra, pero nada me sorprendería menos que en poco, poquísimo tiempo, Michael Jackson encuentre olvido, porque lo efímero retome el vértigo de los últimos días. Hoy el mundo de las letras despide al marllorquín Baltasar Porcel. Uno de sus grandes: si Jackson era el 'Rey del Pop', él, un gigante de la literatura. Aunque el merecedor del Premio Nóbel no será quien ensombrezca al primer luto global de la Historia.
Todos los duelos son dignos. Los que se expresan en silencio y los que se organizan a través de la Red. Todos son dignos, pero no iguales. Y puestos a glosar me quedo con el duelo que generó Vicente Ferrer, que logró adueñarse de los corazones de los más débiles para hacerles ver que eran grandes. Y me quedo también con el duelo por Eduardo Puelles, solemne y sobrio. Y pienso más en ese hijo de Farrah Fawcett que se enteró de la muerte de su madre en el correccional en el que está internado.
Entiendo mejor estos duelos que el organizado por la muerte de Michael Jackson, que ha resultado ser todo un fenómeno social, pero no un referente que inspire admiración. Más bien me sugiere compasión, porque da la impresión de que murió sin saber quién era, después de toda una vida -50 años- tratando de inventarse a sí mismo.
Si los ricos también lloran, los mitos también mueren. Desaparecen y eso, me reconoceréis, impresiona un poco, pero lo que produce más agobio es que en tan pocos días haya tantos y tan distintos duelos conocidos. Y digo conocidos porque poco o nada sabemos de los duelos de las personas asesinadas en Irán por oponerse a la locura del régimen, de las que mueren en cualquiera de las prisiones horribles que todavía quedan en el mundo.
La actualidad efímera de los últimos días está teñida de luto. La otra, la que tiene más recorrido y menos dramatismo se llama y se seguirá llamando, Saiz y Bárcenas, ambos en el alambre de la suerte incierta que les acecha.
2 comentaris:
Ah, la necrológica, ese antiguo y enojoso problema del periodismo... cualquiera que haya trabajado en la redacción de un periódico, y especialmente en la sección de cultura y espectáculos, lo conoce: de pronto se muere alguien famoso por lo que sea y hala, hay que llenar una paginilla al menos, que siempre sale irremediablemente panegirista. Encima, tienen la mala costumbre de morirse de madrugada, cuahdo la redacción ya está cerrada y el periódico en rotativas. Y encima, de vez en cuando, les da por morirse a varios a la vez, con lo que las necrológicas se van tapando las unas a las otras, provocando los inevitables agravios comparativos... seguro que de Vicente Ferrer se habría hablado durante más tiempo si no hubiera tenido la mala pata de morirse poco antes que Michael Jackson.
Por cierto, en estos días también se ha muerto Karl Malden. Secundario de lujo de la época dorada de Hollywood, discípulo destacado del Actor's Studio y tan buen actor que ni tener que darle la réplica al dios Marlon Brando (En Un tranvía llamado Deseo, en La ley del silencio y en El rostro impenetrable. Pero claro, con tanto muerto previo, no se ha hablado casi nada de él.
Dios, menos mal que ya no trabajo en la sección de cultura y espectáculos de ningún periódico. Porque vaya semanita.
...que ni tener que darle la réplica al dios Marlon Brando lo eclipsaba.
(se me borró un renglón)
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