NI LA INTERVENCIÓN DE Caja Castilla-La Mancha ha sido de 'trámite', como dijo el domingo el vicepresidente Solbes, ni tiene una importancia 'relativa', como insistió ayer en esa línea el presidente Zapatero. La obsesión del Gobierno por dar una apariencia de normalidad al rescate de CCM le está llevando a enmascarar la realidad, una táctica peligrosa que podría provocar el efecto contrario al deseado, creando más desconfianza en nuestro sistema financiero.
Si todos los males de la caja manchega se reducían a un problema de liquidez, no había razones para que su presidente ocultara al consejo el informe sobre recursos propios, ni que la auditora se negara a firmar las cuentas. Tampoco se entiende por qué CCM no tuvo suficiente con las ayudas del Estado a la banca, ni por qué se ha destituido al consejo en pleno, ni por qué se interviene con carácter de urgencia, ni por qué -pese a las presiones políticas- Unicaja se negó a la fusión. Aunque viendo la satisfacción del Gobierno casi dan ganas de que intervenga todas las cajas del país, la realidad es que se ha abierto un camino que afecta a la credibilidad del sistema.
Por lo pronto, la respuesta del mercado ha sido la caída de la bolsa, este lunes arrastrada por el batacazo de los bancos. Frente a la ocultación y la autocomplacencia del Gobierno se impone la transparencia. Hoy conocemos que CCM ocultó datos claves al Banco de España y que perdió cada día de marzo 18 millones en depósitos, prueba evidente de que no sólo se ha ocultado información, sino que se ha actuado tarde.
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